Cuando la felicidad son unas zapatillas
Recuerdo la imagen: salió corriendo descalzo con las zapatillas en su mano derecha, mientras con la izquierda continuaba sujetando el fardo que llevaba en la cabeza. La misma estampa con la que lo habíamos visto hacia escasos minutos, pero esta vez con un bien preciado: sus zapatillas de deporte nuevas.
Y es que visitar un país con una de las menores rentas per cápita del mundo (la número 39 (de cincuenta) del continente africano y más de 180 del mundo) es lo que tiene: ver situaciones paradójicas que te sitúan un gesto en la cara que no sabes bien distinguir entre una sonrisa o la expresión de la tristeza.
Goals for Freedom nació hace unos años, aunque su “cristalización” administrativa se llevó a cabo el pasado 2018, para luchar contra las desigualdades de mujeres y niños en el país africano y, aunque su labor ya ha trascendido fronteras y también desarrolla actividades en Valencia y otras ciudades de nuestro país, es en Uganda donde tiene su origen y razón de ser, y donde se centran sus objetivos a más largo plazo: la construcción y arreglo de infraestructuras para la práctica deportiva para que niñas y niños puedan tener un lugar donde jugar, disfrutar y poder escapar, aunque sea por un rato, de una realidad poco reconfortante.
Mientras se consiguen los fondos para esos objetivos, GFF viaja todos los años a Kajjansi un poblado a 15 km de Kampala, donde con la ayuda de la escuela Hill Land Primary School, intenta trasladar valores a las niñas y niños de esa escuela, la barriada y otros lugares cercanos. Y además de enseñar español, dar alguna clase de geografía o medicina, bailar, jugar mucho al fútbol y recibir muchísimas muestras de afecto por parte de todas las personas de la escuela, los miembros de GFF encontramos momentos para hacer algo que nos encanta y es, sin duda, hacer de Papá Noel.
Con la compañía de nuestro amigo Teacher Grace o de alguna otra persona, recorremos calles y carreteras donde encontramos niñas y niños a los que poder dar alguna prenda, camisetas de fútbol, zapatillas o alguna barrita de comida o golosina. Recuerdo cuando charlando con Patricia Campos antes de viajar, me hablaba del egoísmo que suponía para ella ir a Uganda, ya que el trasladar felicidad era algo eminentemente egoísta ya que esa felicidad se te devolvía a ti de una manera mucho más grande al ver las caras, los gestos y las muestras de cariño que tanto niños como adultos reflejaban. Y sin duda que ese sentimiento lo he entendido perfectamente estos días.
Cuando ves que una mora de golosina sirve para satisfacer y ser compartida entre muchos niños, te das cuenta que quien menos tiene es quien más comparte y cuando empiezas a entender el sentido de muchas cosas. Cuando ayudas a calzarse a un tullido y ves sus ojos llenos de ilusión y una sonrisa indescriptible te das cuenta que somos privilegiados. Por haber nacido unos kilómetros más arriba, por haber podido ir a la escuela o por poder regalar unas zapatillas a quien más las necesita. A quien más se las pondrá, un día tras otro, sin alternar con otras diferentes, sino como mucho, guardándolas para que no se rompan definitivamente y poder recordar el día que unos mzungus (hombres blancos) se las regalaron.
Por su colaboración y por permitirnos ser felices, quiero agradecer en nombre de GFF a Kelme (impresionantes y geniales todos los pares de zapatillas), a la Fundación del Levante por ese montón de equipajes y balones, al club Atlético de Macastre por las camisetas, a Irene Garí del Valencia Basket Femení por toda la ropa, a Dacsa por sus delantales, donación y su arroz, además de a Turkish Airlines que nos permitió poder llevar toda esa gran cantidad de sobrepeso y bultos adicionales, sin ningún coste adicional.
Aunque sin duda el mayor agradecimiento a todas vosotras y vosotros, a las niñas y niños de Kajjansi, a los de esos poblados cerca de Jinja, a los de esas calles rotas y sin asfalto que nos han permitido descubrir la verdadera felicidad del que comparte.
A todos vosotros… ¡GRACIAS!
Chema Lamirán